#️⃣ Una vuelta en el carrusel: Lecciones navideñas de un inmigrante colombiano en Estados Unidos | Luigi Torres
Una vuelta en el carrusel: Lecciones navideñas de un inmigrante colombiano en Estados Unidos
Una navidad diferente, una lección inesperada: La rueda de los caballos en Navidad
Era casi Navidad en Estados Unidos. Las luces, el frío, los árboles decorados, todo tenía ese aire festivo tan propio de esta época. Esa noche, en una feria local, descubrí una joya que no esperaba: un carrusel de casi 90 años de antigüedad, completamente restaurado, con 64 caballos tallados a mano que parecían salidos de un cuento.
Las reglas eran claras: los niños menores de 36 pulgadas debían ir acompañados por un adulto, y los bebés en brazos solo podían subir al carro central, como si el tiempo y la tradición exigieran respeto.
Eran casi las 10 de la noche. Por los altavoces del parque se escuchaban ya las instrucciones de cierre: "The park is now closing, please make your way to the exit…". Poco a poco, entendí que aquí, cuando se dice una hora, es a esa hora. No cinco minutos más, no “ya casi”. Aprender a seguir instrucciones, a respetar normas aunque estés disfrutando, es parte del proceso de adaptarte a este país.
Pero justo antes de salir, me vi en la última vuelta de ese carrusel, montado en un caballo grande, mientras adelante iba Carter, el hijo de mi amiga estadounidense. Carter es el típico niño americano de las películas: cabello rubio, ojos claros, piel blanca. Tiene esa energía inagotable de los niños y una risa que no necesita traducción.
Jugábamos a que lo perseguía, él en un caballo más pequeño, girando y riendo mientras el carrusel giraba bajo las luces navideñas. Yo no montaba uno de esos desde que era niño, y en ese momento, lo simple se volvió mágico: montar un carrusel en Navidad para hacer feliz a un niño que apenas entiende tu idioma.
Nos comunicábamos entre risas, señas, gestos, miradas. Él a veces decía algo y yo pensaba: ¿me está tomando el pelo o eso fue en serio? Y lo mismo al revés. Pero en ese juego de no entendernos del todo, había una conexión real, sincera. Porque cuando uno se esfuerza por comunicarse, el idioma pasa a segundo plano.
Tengo fotos de ese momento, y se las comparto aquí en este post. Porque a veces, una vuelta en un carrusel con un niño rubio que no habla tu idioma puede enseñarte más sobre convivencia, adaptación y alegría que cualquier manual de inmigración.
1. La rueda de los caballos: una joya del pasado
Allí estaba: un carrusel de casi 90 años, restaurado como si el tiempo se hubiera detenido para rendirle homenaje a la infancia. 64 caballos tallados a mano, cada uno con su propia personalidad, brillaban bajo luces doradas que hacían parecer que la nieve artificial del suelo era real. Las reglas estaban escritas con claridad: los niños menores de 36 pulgadas debían ir acompañados por un adulto, los bebés solo podían subir al carro central. Aquello no era solo un juego, era una tradición, y como tal, exigía respeto.
2. El primer gran aprendizaje: puntualidad y respeto por las normas
Eran casi las 10 de la noche. Los altavoces anunciaban: "The park is now closing, please make your way to the exit…". En Colombia, uno habría esperado una segunda advertencia, un “ya casi” o un “démosle cinco minutos más”. Pero aquí no. Aquí, cuando se dice una hora, es a esa hora. Esa puntualidad estricta fue una de las primeras lecciones que aprendí como inmigrante. No es frialdad, es estructura. Aprender a seguir instrucciones y a respetar el tiempo de los demás es parte de la adaptación.
3. Carter y la magia de comunicarse sin palabras
Justo antes de que cerraran, me vi montado en uno de los caballos más grandes, mientras Carter, el hijo de mi amiga estadounidense, iba adelante. Carter es el típico niño americano de película: cabello rubio, ojos claros, energía inagotable. No habla español. Yo, aún batallando con el inglés. Sin embargo, allí estábamos, jugando a que lo perseguía, los dos riendo sin necesidad de entendernos del todo.
Ese momento fue revelador. Me di cuenta de que la conexión humana no necesita un idioma perfecto. Cuando hay intención, hay comunicación. Cuando hay empatía, hay entendimiento.
4. La importancia de adaptarse sin perder la esencia
Vivir en Estados Unidos como inmigrante colombiano es un reto diario. Desde aprender a responder en inglés cuando te preguntan algo en la caja del supermercado, hasta entender el sistema de salud o lidiar con la burocracia para obtener tus documentos. Pero adaptarse no significa olvidarse de quién eres. Esa noche, en el carrusel, me sentí parte de una historia, pero también recordé mi infancia en Girardot, los paseos con mis primos, los juegos en navidad.
5. El sueño americano y la realidad diaria
Muchos latinos venimos a Estados Unidos con la idea del "sueño americano". Y es real, pero no como lo pintan en las películas. No es sólo tener una casa con jardín y un buen carro. Es trabajar duro, ahorrar, aprender otro idioma, pasar navidades lejos de la familia, y aún así sonreír porque sabes que estás construyendo algo mejor. Esa noche, en ese carrusel, me di cuenta de que también hay sueño en lo simple: en una risa compartida, en un juego sin palabras, en una vuelta bajo luces de navidad.
6. Aprendiendo a convivir en una cultura diferente
Relacionarse con personas estadounidenses puede ser un reto. La forma en que se expresan, las bromas que hacen, las referencias culturales... todo puede resultar ajeno al principio. Pero cuando decides observar, aprender y dar lo mejor de ti, comienzas a conectar. Carter no necesitó que le hablara perfecto inglés para divertirse conmigo. Y eso me enseñó que muchas veces, las barreras están más en nuestra mente que en el entorno.
7. Los retos invisibles: papeles, trabajo y estafas
Detrás de momentos como este, hay una realidad que muchos inmigrantes conocemos bien. Conseguir documentos es un proceso largo, costoso y muchas veces frustrante. Aplicar a trabajos donde valoren tu experiencia sin "papeles americanos" es casi un lujo. Y las estafas están por todas partes: falsas agencias de empleo, trámites legales que terminan siendo fraudes, cursos de inglés que prometen mucho y enseñan poco.
Por eso decidí abrir este espacio. Para compartir esas experiencias, alertar a otros, dar consejos, y también motivar. Porque aunque hay dificultades, también hay victorias. Como la de esa noche, cuando me subí a un carrusel antiguo y descubrí que mi corazón seguía siendo el de un niño soñador.
8. Conclusión: una historia que apenas comienza
Soy Luigi Torres. Colombiano. Inmigrante. Soñador. Esta es solo una de las muchas historias que quiero compartir. Historias de alegría, de lucha, de adaptación. Este blog no es solo mío. Es de todos los que alguna vez cruzamos una frontera buscando un mejor futuro. Es de quienes saben lo que es extrañar, comenzar de cero, aprender a convivir y volver a creer.
Te invito a seguir este espacio, a comentar, a compartir tu experiencia. Porque cada vuelta en este carrusel llamado vida tiene algo que enseñarnos.
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