#️⃣ Entre la distancia y el olvido: Una llamada que me recordó quién soy. Historias reales de un inmigrante colombiano viviendo el sueño americano | Luigi Torres
“Entre la distancia y el olvido: Una llamada que me recordó quién soy”
Historias reales de un inmigrante colombiano viviendo el sueño americano.
Entre la distancia y el olvido: una llamada que me recordó de dónde vengo. la importancia de saludar a la familia como inmigrante tu tan lejos.
Hace unos días, mientras preparaba café en la cocina, recibí un mensaje de voz de mi hermana. No era nada urgente, solo un saludo y una risa que me recordó a casa. Me quedé un momento en silencio, mirando por la ventana hacia el jardín que tanto me ha costado construir aquí en Estados Unidos, y pensé: “Hace cuánto no hablo con mi mamá…”
A veces uno llega a otro país creyendo que tiene que demostrar fortaleza, independencia, como si hablar con la familia fuera sinónimo de debilidad. Pero no es eso. Es simplemente que la vida aquí te absorbe: el trabajo, el idioma, los horarios, las cuentas, el clima. Uno va creando una rutina que se siente como sobrevivencia, y sin darte cuenta, pasan días, semanas, sin llamar a tus padres o preguntar cómo amanecieron tus hermanos.
No se trata de escribirles cada mañana ni de consultarles cada paso. Ellos tienen su vida allá, y tú estás construyendo la tuya aquí. Pero tampoco se trata de olvidarte de que alguna vez tuviste una mamá que te arrulló cuando tenías fiebre, o un papá que te cargó cuando te quedaste dormido en el sofá. Es fácil caer en el extremo: o los ves como tus asesores permanentes, o los dejas fuera como si ya no hicieran parte de tu historia.
Yo siempre digo que en la vida, como en casi todo, hay que buscar un punto medio. No vivir pegado al teléfono, pero tampoco vivir como si hubieras salido del cascarón sin raíces. Hoy, después de ese audio de mi hermana, llamé a mi mamá. Hablamos poco, nos reímos un rato, me preguntó si estaba comiendo bien y si ya había lavado la ropa. Me sentí en casa por unos minutos.
Y así entendí que no es tanto el tiempo que uno hable, sino el gesto de no dejar que la distancia se vuelva olvido. Porque si algo he aprendido como inmigrante es que estar lejos no significa desaparecer, y que una llamada, a veces, es suficiente para recordarte de dónde vienes… y para que ellos sepan que aún estás aquí.
I. El audio que me movió el alma
Estaba en la cocina, preparando café—como buen colombiano—cuando mi celular vibró. Un mensaje de voz de mi hermana. Lo abrí sin pensar mucho. Era solo un saludo, una risa casual, esas que parecen no decir mucho pero que llevan un pedazo de hogar en su sonido. Me quedé inmóvil. La escuché tres veces seguidas. Sentí que, por un momento, mi cocina en Colorado se convirtió en el patio de mi casa en Girardot, con el olor a mango maduro y la brisa caliente de las 4 de la tarde.
Y entonces, como una cachetada suave, me llegó una pregunta: “¿Hace cuánto no hablo con mi mamá?”
II. La trampa de la rutina
Cuando uno llega a Estados Unidos, todo es nuevo, todo es urgente. Desde aprender a decir “thank you” sin parecer un robot, hasta entender cómo aplicar a un trabajo, llenar formularios, sobrevivir al primer invierno o no perderse en un Walmart.
Te ves obligado a ser fuerte. Nadie te prepara para el ritmo de este país, donde el tiempo no se detiene, y si tú lo haces, te saca del camino. En esa carrera constante, lo familiar empieza a desdibujarse. No porque lo olvides, sino porque no hay tiempo ni energía para recordarlo. Tus papás siguen allí, pero tú estás aquí. Tus hermanos siguen su vida, pero tú estás construyendo la tuya con herramientas que apenas estás aprendiendo a usar.
III. ¿Hablar con la familia es debilidad?
Hay una idea equivocada que muchos inmigrantes nos tragamos sin darnos cuenta: que hablar mucho con la familia es señal de nostalgia, de debilidad, de dependencia emocional. Que si estás todo el día enviando mensajes o haciendo videollamadas, es porque no logras adaptarte.
Pero no es así. La verdad es que mantenerse conectado con los tuyos es una forma de resistencia emocional. Es un ancla en medio del mar. Un recordatorio de que, aunque estés lejos, no estás solo. Que hay gente que te quiere, que te recuerda, y que todavía guarda un lugar para ti en la mesa.
IV. La importancia de hacer esa llamada
Después de escuchar ese audio, respiré hondo y marqué el número de mi mamá. Me contestó rápido, como si lo hubiera estado esperando. “¡Hola mi hijo!”, dijo con esa voz que, sin importar la distancia, siempre suena a hogar. Hablamos solo diez minutos. Me preguntó si estaba comiendo bien, si ya había lavado la ropa, si el frío estaba muy fuerte. Yo me reí, le dije que sí, y sentí que, aunque estaba en otra parte del mundo, seguía siendo el hijo de siempre.
Esa llamada me sanó. Me reconectó. Me devolvió un pedacito de mi identidad que había dejado guardado entre la prisa y las cuentas por pagar.
V. La doble vida del inmigrante
Ser inmigrante es vivir dos vidas al mismo tiempo. La que estás construyendo aquí, en Estados Unidos, y la que sigue viva allá, en tu país de origen. Y aunque estas dos vidas parezcan incompatibles, no lo son. De hecho, una alimenta a la otra. Tu historia, tu acento, tus recuerdos, tus valores… son los que te ayudan a avanzar. Negarlos o olvidarlos te debilita.
Por eso, mantener el contacto con la familia no es solo cuestión de cariño. Es cuestión de identidad. De salud emocional. De balance.
VI. La distancia no tiene por qué ser olvido
No tienes que escribirles todos los días ni contarles cada paso. Tus papás no tienen que saber qué comiste ni a qué hora te acostaste. Pero sí necesitan saber que sigues allí, que los recuerdas, que no los dejaste atrás.
Y tú también necesitas saber que todavía perteneces a algo. Que más allá de tu número de seguro social, de tus papeles de trabajo, o del inglés que todavía estás perfeccionando, eres parte de una historia que comenzó mucho antes de que pisaras suelo americano.
VII. El reto de mantenerse presente
Las redes sociales ayudan, claro. Ver una foto, dejar un comentario, mandar un sticker. Pero no reemplazan una llamada sincera, una videollamada sin filtros, un “te extraño” dicho sin vergüenza.
Yo he aprendido que estar presente no es cuestión de tiempo, sino de intención. Que a veces una llamada de 5 minutos puede significar más que 100 likes en una foto. Que reírte con tu hermana, escuchar la voz de tu papá, o ver el rostro de tu mamá a través de una pantalla, te da fuerza para seguir trabajando por ese sueño que viniste a buscar.
VIII. Consejos prácticos para no desconectarse del todo
Aquí te comparto algunos consejos que a mí me han funcionado como inmigrante para mantener el lazo con la familia:
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Agrega un recordatorio semanal para llamar a tus padres o hermanos.
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Envía audios cortos por WhatsApp con tu voz: “Hola, solo pasaba a saludarte.”
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Comparte fotos de tu día a día, no tienen que ser especiales, solo reales.
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Incluye a tu familia en tus logros, aunque sean pequeños: “Hoy tuve mi primera entrevista en inglés.”
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No te guardes tus emociones. Si los extrañas, díselo. Ellos también te extrañan.
IX. Una llamada también puede salvarte
Muchos inmigrantes, en medio del aislamiento, caen en depresión, ansiedad, estrés. Y muchas veces, una conversación con alguien que te conoce desde siempre puede ser ese “reset” que necesitas. No subestimes el poder de una llamada. A veces es todo lo que hace falta para volver a empezar con más fuerza.
X. ¿Y si te estás alejando?
Si sientes que te estás desconectando de los tuyos, no te culpes. A todos nos ha pasado. Pero no dejes que el tiempo siga corriendo sin tomar acción. Hoy puede ser un buen día para escribir un “te quiero” o marcar ese número que no has llamado hace meses.
Conclusión
Estar lejos no significa desaparecer. La distancia no tiene que convertirse en olvido. Somos muchos los que estamos aquí, luchando por un sueño, construyendo una nueva vida, pero con el corazón dividido entre dos mundos.
No pierdas ese pedacito de ti que te conecta con tu esencia. Llama, escribe, ríe, comparte. Porque cuando recuerdas de dónde vienes, tienes más claro hacia dónde vas.
Mi nombre es Luigi Torres, colombiano inmigrante en los Estados Unidos, y este blog es mi forma de compartir la vida real, sin filtros, de un latino que, como tú, está dejando huella en este país.
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