#️⃣ Del "Ya madura" al "Sigue jugando": El Halloween que me abrió los ojos a otra forma de vivir la vida | Luigi Torres
Del "Ya madura" al "Sigue jugando": El Halloween que me abrió los ojos a otra forma de vivir la vida
De Bucaramanga a Colorado – Un viaje más allá de la distancia. Del "Ya Madura" al "Sigue Jugando": Un Halloween Que Me Cambió la Perspectiva
Soy Luigi Torres, y en este espacio comparto cómo mis experiencias entre culturas han moldeado mi visión del mundo. Hoy quiero contarles sobre un Halloween muy especial que viví en Estados Unidos, y cómo ese día cambió mi forma de entender la infancia, la comunidad y, en definitiva, la vida.
Cuando era niño en Bucaramanga, Halloween era algo que veíamos más bien como una curiosidad extranjera. En Colombia, las tradiciones eran otras, con celebraciones de Día de Muertos o la Noche de las Velitas, momentos llenos de familia, de recuerdos y respeto. Si alguien intentaba disfrazarse, más de una vez escuchaba el clásico “Ya madura, Luigi, eso es para niños.” Crecer era sinónimo de dejar esas cosas atrás, de hacerse “serio”.
Pero aquí en Estados Unidos, la historia cambió. En mi segundo año viviendo aquí, un vecino me invitó a acompañar a sus hijos a pedir dulces por el barrio. Al principio, lo miré con recelo, pensando que ya era demasiado grande para eso. Pero la emoción de ver a toda la comunidad reunida, con niños y adultos disfrazados, casas decoradas con luces, calabazas sonrientes y risas, fue contagiosa.
Lo que más me impactó fue ese espíritu de “sigue jugando”, de permitir que la infancia, esa etapa tan efímera, siga viva y presente, no importa la edad que tengas. Aquí, Halloween no es solo para los niños; es una fiesta comunitaria que une, que invita a todos a participar y a recordar que nunca debemos dejar de jugar, de imaginar, de conectar.
Este contraste entre el “Ya madura” que escuché en mi tierra y el “Sigue jugando” que descubrí aquí, me hizo reflexionar. ¿Por qué en Latinoamérica asociamos la madurez con dejar de lado la alegría y el juego? ¿No es acaso la felicidad un componente esencial para crecer sanos, fuertes y felices?
Hoy, al compartir esta experiencia, quiero invitar a todos mis lectores a abrazar esa libertad cultural que nos permite encontrar un equilibrio: respetar nuestras raíces y tradiciones, sí, pero también abrirnos a nuevas formas de entender la vida, donde la comunidad y la alegría no tengan fecha de caducidad.
Halloween para mí dejó de ser solo una noche de disfraces y dulces, y se transformó en un símbolo poderoso de ese cambio interior, de ese puente entre culturas que me impulsa a seguir escribiendo y compartiendo.
1. El peso del "Ya madura": Crecer en Colombia
Crecí en Bucaramanga, Santander, una ciudad calurosa, alegre, llena de música, tradiciones y ese sabor colombiano que no se encuentra en ningún otro rincón del mundo. Pero también crecí con ciertas ideas que se repetían tanto que uno las termina creyendo sin cuestionar.
Una de ellas era la creencia de que jugar, disfrazarse o participar en ciertas festividades era “cosa de niños”. La infancia se veía como una etapa que había que dejar atrás rápido. En mi barrio, si a los 12 años aún querías disfrazarte, probablemente escuchabas: “Ya madura, Luigi, eso es para niños”.
Y lo entendíamos como una señal de que había que “crecer”, que era hora de enfocarse en “cosas serias”: estudiar, trabajar, hacerse responsable. Sin darnos cuenta, empezábamos a dejar de lado la alegría, la creatividad, el juego... como si fueran lujos que ya no nos pertenecían.
2. Llegar a Estados Unidos: la cultura del “Sigue jugando”
Mi llegada a Estados Unidos fue un choque cultural en todos los sentidos. El idioma, las costumbres, el sistema de trabajo, las leyes, el clima, incluso el saludo entre vecinos… Todo era diferente.
Pero fue en mi segundo Halloween viviendo en Colorado, cuando algo tan sencillo como acompañar a unos niños a pedir dulces por el vecindario, me dio una cachetada emocional (de esas que te despiertan y te hacen cuestionar años de creencias).
Un vecino me invitó a unirme a la caminata con sus hijos. Al principio dudé. ¿Yo? ¿Un adulto, vestido de civil, caminando al lado de brujitas, superhéroes y calabazas? Sonaba ridículo. Pero acepté.
Y lo que vi esa noche me sacudió el alma.
3. La magia de Halloween en Estados Unidos: comunidad y juego sin edad
Calles llenas de luces, risas, disfraces de todos los tamaños, vecinos saludando a otros vecinos, adultos decorando con esmero sus casas, abuelitas disfrazadas de brujas dando dulces, adolescentes con trajes de películas clásicas, familias enteras unidas en un mismo plan.
Vi a padres jugar con sus hijos, no desde una postura de autoridad, sino desde la complicidad, la diversión compartida. Vi a adultos permitiéndose volver a ser niños, sin vergüenza, sin miedo al qué dirán.
Ese espíritu del “sigue jugando” fue lo que más me conmovió. Entendí que aquí, al menos en este aspecto, ser adulto no significa apagar la chispa del niño interior. Todo lo contrario: aquí se valora, se fomenta, se celebra. Porque ser adulto también es saber cuándo soltar el estrés y simplemente disfrutar.
4. La reflexión: ¿por qué en Latinoamérica castigamos tanto el juego?
Aquella noche me hizo pensar: ¿Por qué para muchos de nosotros madurar es sinónimo de volverse rígido, serio, silencioso, a veces incluso amargado? ¿Por qué el gozo se asocia con la niñez, y la adultez con el sufrimiento?
Entendí que nuestras culturas han confundido responsabilidad con severidad. Que hemos heredado una idea de madurez que excluye el goce, la risa, el juego. Y eso, en parte, es lo que nos pesa tanto en la vida adulta.
Halloween, entonces, dejó de ser una fiesta “gringa” o ajena para mí, y se convirtió en un símbolo de transformación cultural y emocional.
5. Las barreras invisibles: cuando el juego te devuelve la humanidad
Como inmigrante, muchas veces uno se siente fuera de lugar. Desde el momento en que llegas, todo parece estar diseñado para hacerte sentir que debes adaptarte rápido, aprender rápido, trabajar más duro que los demás.
Pero cuando te das la oportunidad de jugar, de participar, de integrarte incluso en algo tan aparentemente simple como Halloween, rompes esas barreras invisibles. Te unes a la comunidad, no desde la obligación, sino desde la humanidad compartida.
Ese día, disfrazado con una máscara de esqueleto que me prestaron de última hora, caminé por las calles como uno más. Me sentí parte de algo. Y eso, en el camino del inmigrante, es un regalo invaluable.
6. Aprendizaje cultural: abrazar lo nuevo sin perder lo propio
Por supuesto, no se trata de abandonar nuestras raíces. Yo amo mi cultura, nuestras tradiciones colombianas, nuestras celebraciones llenas de luz como la Noche de las Velitas o nuestras novenas navideñas.
Pero vivir en otro país también significa aprender a integrar lo nuevo. No todo lo extranjero es malo. No todo lo propio es sagrado. Hay belleza en combinar, en fusionar, en adaptar lo que funciona para uno.
Mi reflexión con Halloween fue esa: no se trata de copiar, sino de permitirse descubrir.
7. El poder del juego en tiempos difíciles
Desde entonces, me he vuelto un defensor de celebrar cada oportunidad de conectar con los demás. Como inmigrante, he pasado por momentos difíciles: estafas laborales, rechazos, discriminación, miedo por no tener aún toda la documentación, ansiedad por el idioma… y en medio de todo eso, también me di cuenta que la alegría es una herramienta poderosa para resistir.
Celebrar, reír, jugar, compartir… son actos de resistencia ante un sistema que muchas veces quiere reducirnos a números, documentos o etiquetas.
8. Mi invitación para otros inmigrantes latinos
Si estás leyendo esto y también eres inmigrante, latino, colombiano, centroamericano o de cualquier rincón del continente: no dejes que te roben el juego. No te convenzas de que madurar es apagar tu luz. Ser inmigrante es lo suficientemente duro como para que encima te niegues la risa, la fiesta, el disfraz.
Permítete disfrutar, conectar, ser parte. Acompaña a los niños a pedir dulces. Disfrázate tú también si te nace. Decora tu casa aunque sea con una calabaza plástica del dólar store.
Este país también puede ser tuyo, no solo por los papeles que obtengas, sino por los momentos que vivas en él. Y celebrar Halloween fue uno de esos momentos que me ayudó a entender eso.
Conclusión: Un nuevo significado para una vieja fecha
Hoy, Halloween ya no es para mí solo una noche de dulces. Es un recordatorio de que nunca es tarde para reescribir nuestras creencias, para reeducarnos emocionalmente, para sanar partes de nuestra infancia que fueron cortadas prematuramente.
Desde ese día, llevo conmigo un mantra nuevo: “Sigue jugando, Luigi”. Porque si el juego es lo que nos conecta con la vida, con los demás y con nosotros mismos, entonces vale la pena jugar… sin importar la edad, el país o los disfraces.
Soy Luigi Torres, inmigrante colombiano viviendo en Estados Unidos, compartiendo mi vida con ustedes desde la experiencia, la sinceridad y el corazón. Si te gustó esta historia, suscríbete al blog, comparte tu opinión en los comentarios y acompáñame en esta travesía que apenas comienza.
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